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Lo Que Creemos

Las Sagradas Escrituras son toda nuestra total y final regla de fe y conducta. En ellas solas fundamentamos nuestra fe en Dios. Por consiguiente, las verdades bíblicas que son parte de nuestro credo han sido extraídas de La Biblia. Estas verdades son fundamentales en nuestra fe y comunión cristiana, y las consideramos esenciales para un ministerio cristiano integral y serio.

En esta declaración no podemos expresar todas las enseñanzas que las Sagradas Escrituras nos dan. Pero, aceptamos y presentamos dichos principios de fe en los cuales bíblicamente basamos nuestra comunión cristiana, en acorde con la revelación divina. Por tanto, creemos en

La total y plena inspiración Divina en las Sagradas Escrituras
(2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:21; Lucas 16:17)

Creemos en la total y plena inspiración Divina sobre cada escritor de las Sagradas Escrituras. De forma dinámica, a saber, que Dios no eliminó la participación del intelecto y estilo del hagiógrafo en la comunicación de la verdad sagrada.
El perfectamente soberano, único y verdadero Dios
(Genesis 35:11; Éxodo 3:14; 6:10; Deut. 4:35; 6:4; Isaías 44:6; Judas 1:4 y 25)

El perfectamente soberano, único y verdadero Dios, se ha revelado a sí mismo como el Todopoderoso Creador del Universo. Él es el Gran Yo Soy. Es Eterno y se presenta como UNO.

En las sagradas Escrituras claramente se puede observar la revelación del Único Dios revelado como: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Estas personas constituyen al solo y único Dios, una Deidad. A saber, el Padre genera, el Hijo redime y colabora en perfecta armonía con el Padre y el Espíritu Santo ejecuta la obra de la Deidad. Aceptamos que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero no establecemos que hay tres dioses, sino un solo Dios auto revelado en tres personas consustanciales.
La Deidad de Dios
(Genesis 17:1; Juan 4:24; 1 Juan 5:7-8; Apocalipsis 1:8)

La grandiosa y majestuosa Deidad de Dios es singular y única. Sin obviar que, en las Sagradas Escrituras, Dios se ha revelado al hombre en tres personas distinguibles en funciones con perfecta e indivisible armonía y singularidad. Históricamente la iglesia Cristiana adoptó el termino Trinidad, para la mejor comprensión de su conocimiento acerca la Deidad de Dios. Cuando hablamos de Trinidad nos estamos refiriendo a la revelación de Dios en las Escrituras como Padre, Hijo y Espíritu Santo. En esta formidable revelación de su Deidad, cada persona posee eternamente todos los infinitos atributos de Dios. El Único Todopoderoso y Eterno posee pensamiento, voluntad y sentimiento.
Cooperación en la Deidad
Dios, quien se ha revelado en tres personas, muestra su perfección en la singular armónica ejecución de la Deidad. Dios-Padre lo crea todo por su decreto. Dios el Hijo es el Verbo del Padre y la acción que el Verbo declara, la ejecuta Dios Espíritu Santo.

En la economía soteriológica, Dios-Padre ama, conoce, escoge y envía al Dios-Hijo. El Dios-Hijo adviene y en sacrificio vicario en la cruz, logra la reconciliación del hombre con Dios-Padre. Dios-Espíritu Santo convence de pecado, justicia y juicio. Regenera al creyente y mora en el reconciliado y a su vez, hace realidad la salvación eterna en el hombre. Aunque se puedan distinguir las funciones salvíficas ejecutadas por Dios, sus acciones salvíficas se llevan a cabo con inquebrantable e indivisible cohesión y comunión.
Preexistencia de Cristo
(Genesis 3:15; Salmos 2:7; Isaías 7:14; 9:6; Juan 1:1-4; 14:9; Romanos 1:3-6; Fil. 2:6-11)

Creemos que Jesucristo es Dios mismo en esencia y con todos los atributos. Creemos que es Dios-Hijo no solo por el hecho de la encarnación o por su relación en la economía de redención, sino porque Él es desde la eternidad. De manera que negar que el Hijo sea real y eterno es una negación a la Deidad de Dios.
La Encarnación de Jesucristo
(Lucas 1:31-35; Juan 1:14; Col. 2:9; 1 Timoteo 3:16; 1 Juan 1:1)

Las Sagradas Escrituras específicamente en el Nuevo Testamento, registran la encarnación del Hijo en Jesús de Nazaret. La misma Escritura afirma que el milagro de la Encarnación fue obra y poder del Espíritu Santo. Siendo María virgen, ella concibió por obra del Espíritu Santo a Jesús el salvador. Jesús es el Emmanuel, que significa Dios con nosotros. Dios hecho carne.
Exaltación de Jesucristo como Señor
(Salmos 2:6-9; Isaías 9:7; Efesios 1:20-23; Fil. 2:9; 1 Pedro 4:11; Judas 1:25)

Dios-Hijo, el Señor Jesucristo, habiéndose entregado a sí mismo en sacrificio vicario en la cruz para con su sangre redimir a los escogidos. Resucitó al tercer día conforme a las Escrituras. Luego de 40 días de mostrase resucitado ascendió a los cielos para sentarse a la diestra del Padre en las alturas. Todo está sujeto a Él, la creación, los ángeles, potestades y principados. Siendo así Señor y Cristo.
Todo ha sido entregado por el Padre al Hijo. El juicio, la gloria y el honor. Por tanto, la sujeción al señorío del Hijo es total e inevitable. Tanto redimidos como no redimidos confesamos y confesarán que Jesucristo es el Señor. En el redimido hay un gozo inefable por obra del Espíritu Santo, que hace posible dar al Señor todo adoración, honor, alabanza y gloria contenidos en todos sus nombres y títulos divinos. Así estando en sujeción a su Señorío.
La Caída del hombre y la Redención
(Genesis 3:6-19; Romanos 1:18-32; 3:9-18 y 23)

El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. El hombre por su pecado muere espiritualmente quedando totalmente depravado, perdido y destituido de la gloria de Dios. Dios, había decretado salvarlo solo por gracia inmerecida. Por medio de otorgarle fe para que pudiera creer y confiar en el sacrificio vicario del Hijo en la cruz. Quien pago el elevado precio de nuestra redención.
La Salvación del Hombre
(Salmos 80:3; Isaías 45:22; Hechos 4:12; Romanos 10:9-10; Efesios 2:4-10)

El hombre es solo salvo por la inmerecida e irresistible gracia de Dios. No por ninguna obra que el hombre pudiera hacer. No creemos en una salvación sinérgica, a saber, una salvación que reconoce o da algún merito al hombre por su esfuerzo o cooperación en ganar la salvación o no perderla.
No por eso creemos que el hombre no tiene responsabilidad en cuanto a su salvación. La obra de gracia en el hombre le guiara a la búsqueda de una vida en santidad, gozo y genuina adoración.

Dios, en su obra de gracia justifica al pecador mediante la imputación de la justicia del Hijo en la cruz y cargando sobre el Hijo el pecado del hombre caído, así el hombre recibe dicha justificación solo por la fe.

Dios, produce en el corazón del hombre y da al hombre la oportunidad del arrepentimiento llamándolo al mismo a través de la proclamación del evangelio y el ministerio de la iglesia.

Dios, regenera al hombre permitiéndole así que pueda aborrecer el pecado y amar la justicia.
La Santificación
(Salmos 16:3; Romanos 6:19 y 22; 8:29; Efesios 1:4; 1 Tes. 4:3 y 7; 2 Tes. 2:13; 1 Pedro 1:2)

Las Sagradas Escrituras enseñan y enfatizan en una vida en santidad. Creemos que el decreto de salvación Divino incluye la santidad en el salvado según Efesios 1:4. La vida en santidad no es opcional, en cambio es imperativamente demandada por Dios.  “Sed santos porque Yo soy santo” (Levítico 11:45; 1 Pedro 1:15-16). La santificación abarca toda la vida del santo, a saber: separación del mundo y mal y entrega y dedicación a Dios y su servicio.

La santificación es posicional e instantáneamente por el sacrificio Cristo. Pero, además es práctica y progresiva. En el proceso de santificación somos transformados gradualmente y vamos creciendo de gloria en gloria. La completa santificación se alcanzará en nuestro encuentro final con el Señor Jesucristo. “Y el Dios de paz os santifique en todo, para que vuestro espíritu y alma y cuerpo sean guardados entero, sin reprensión para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. 1ra.Tesalonicenses 5:23 “Cuando le veamos a Él, seremos semejantes a Él”. 1 Juan 3:3. La santificación es la voluntad de Dios para todos los creyentes y debe ser diligentemente practicada mediante la obediencia a la palabra de Dios.
La Iglesia
(Mateo 16:18; Hechos 2:47; Efesios 5:32; Col.1:18; 1 Timoteo 3:15)

La Iglesia es el cuerpo de Cristo compuesto por los individuos que solo por la inmerecida gracia de Dios, El mismo conoció, llamó, predestinó, justificó y glorificó (Romanos 8:29-30). Son aquellos por los cuales Cristo, mediante su sacrificio vicario en la cruz del Calvario, redimió y salvó. Los santos que están en la tierra (la parte visible) y todos los fieles muertos en esa fe, son La Iglesia.

Como institución divina, tiene su permanencia garantizada, a pesar de los ataques del enemigo. La iglesia en la Tierra es la expresión humana más amplia, una composición étnica de extensión universal.
Ordenanzas de la Iglesia
  1. Bautismo en Agua – Fue ordenado y practicado por el mismo Señor. Es una de las doctrinas esenciales y fundamentales de la iglesia. Creemos que debe realizarse por inmersión en agua. Creemos que es fundamental en la vida de un creyente que espiritual, física, mental y emocionalmente este capaz. No creemos en bautizar infantes ni bautizar en nombre de otra persona incluyendo muertos. La persona por bautizarse deberá haber sido instruida con el debido conocimiento bíblico de dicha ordenanza. Al creyente bautizarse, da un testimonio público de su conversión y que ha sido separado del Mundo para seguir a Jesús por siempre. El creyente está en comunión con Él para andar en una nueva vida. (Mateo 3:13-17; 28:19; Romanos 6:3-4; 1 Pedro 3:21).  
  2. La Cena del Señor – La Cena del Señor fue instituida por el mismo Señor. Creemos que los elementos a utilizarse son el fruto de la vid y pan sin levadura. El pan simboliza el cuerpo partido de Cristo que nos vivifica. El fruto de la vid simboliza su sangre redentora derramada en la cruz que nos limpia de todo pecado y garantiza el nuevo pacto. No creemos en la transubstanciación.

Creemos que es un recuerdo de la pasión y muerte del Señor y la certidumbre de su inminente venida. Es una expresión de nuestra mutua comunión como creyentes en Cristo; y por tanto, está ordenada a todos los fieles hasta que Él venga. Participar de esta ordenanza significa que somos el Cuerpo de Cristo. (Mateo 26:26-29; 1 Corintios 11:23-26).
Creemos en la operación y función de los dones espirituales.
(1 Corintios 12:4-12; 14:4; 14)

No somos cesantistas. Creemos en las operaciones, funciones y ejercicios de los dones espirituales y la obra de sus ministerios y usos para edificación del cuerpo de Cristo. Creemos en la experiencia de ser bautizados en el Espíritu Santo y fuego. Esta maravillosa experiencia es distinta y subsiguiente a la experiencia del nuevo nacimiento.

La Sanidad Divina
La Sagrada Escritura nos presenta la sanidad divina como una provisión de Dios para todos los creyentes. La enfermedad y la muerte son señaladas como consecuencia de la caída del hombre. Cristo, al reconciliarnos con Dios, mediante la fe en su sacrificio expiatorio, llevó nuestras enfermedades. No obstante su obra salvífica en lo que a la sanidad se refiere se ha cumplido parcialmente, pero tiene además implicaciones escatológicas. Parcialmente porque a pesar de ser liberados de las enfermedades que son productos del pecado original heredados por todos los hombres, todavía como resultado de nuestra naturaleza, humana caída padecemos las enfermedades. Llegará el momento en la culminación del plan redentor de Dios para la humanidad en que el pecado desaparecerá y seremos libres totalmente de esos sufrimientos. Ante dichas enfermedades, por medio de nuestra fe en Jesucristo podamos experimentar sanidad, aunque se pueden sufrir enfermedades como resultado de nuestra desobediencia o impiedad. También puede Dios permitir alguna condición de afección física para nuestro crecimiento espiritual. A la iglesia de Cristo se le ha conferido la facultad Espiritual de proclamar y extender la sanidad divina a toda persona. En el pasado, a través de los profetas en el Antiguo Testamento y en la iglesia Primitiva por medio de los apóstoles, la sanidad divina fue una realidad. Para hoy el propósito salvífico de Dios no ha cambiado y desea hacer partícipe a sus criaturas humanas de sus bondades; y la sanidad divina es una de ellas.
El Ministerio y la Evangelización
(Mateo 28:19; Marcos 16:15; Lucas 24:47;Hechos 1:8; 10:42)

La obra del ministerio y la evangelización corresponden a la Iglesia y consiste en predicar el evangelio a toda criatura y presentarles el mensaje de salvación como se enseña en las Sagradas Escrituras. La Iglesia debe hacer de la evangelización una realidad proclamando el evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

La obra cumbre del calvario fue provista por nuestro Señor Jesucristo para un doble propósito, a saber: la evangelización del mundo y la edificación del Cuerpo de Cristo, su Iglesia. Para esa gran tarea un ministerio divinamente llamado y bíblicamente ordenado, ha sido provisto por nuestro Señor Jesucristo en el Nuevo Testamento.
La Bienaventurada Esperanza
(1 Tes. 4:17; 1 Corintios 15:51-52)

Creemos en la premilenial e inminente venida de Cristo para reunir a su pueblo – La Iglesia – con Él. Este glorioso acontecimiento ha sido denominado el rapto. Esto es la resurrección de los que han dormido en Cristo y su traslado juntamente con los creyentes que viven para encontrarse con su Señor en el aire. Creemos que estas profecías se cumplirán en su debido tiempo sin cometer el error de fijar o inferir fechas a la Segunda Venida de Cristo.
El Reino Milenial de Cristo
(Apocalipsis 20:2-7)

La visible e identificable segunda venida de Cristo con los santos previamente trasladados, lo cual constituyen la bendita esperanza del creyente, para reinar en la tierra por mil años. El reino milenial traerá la salvación de Israel como nación y el establecimiento de paz universal.
El Lago de Fuego (Infierno)
Mateo 5:22; 25:41; Apocalipsis 19:20; 20:10 y 14-15; 21:8)

La Palabra de Dios habla de un “Lago de Fuego” en el que los enemigos de Dios en su tiempo serán castigados por la eternidad. Estos enemigos son: el diablo y sus ángeles, la Bestia, (el anticristo) el falso profeta y todos los que no estén inscritos en el libro de la vida. Estos tendrán el lago de fuego como la muerte segunda.
El Cielo Nuevo y la Tierra Nueva
(2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1)

Dios en su inmensa misericordia, promete a los justos la perfecta heredad de Cielo Nuevo y Tierra Nueva. Esto ocurrirá luego que haya puesto a todos los enemigos debajo de sus pies, y representa el mundo perfecto preparado por Dios para disfrutar de los santos.

Esta es NUESTRA DECLARACIÓN DE FE